
Una ex-colega, ahora amiga mía, recientemente hizo una entrevista de trabajo en inglés. Apenas salió, me llamó y me dijo: "Sam, les conté sobre El Incidente… tuve que hacerlo. Me preguntaron si alguna vez había tenido que superar ‘obstáculos profesionales.’”
Enseñar inglés puede ser tan complicado como aprenderlo
He dado clases durante casi veinte años y he escuchado algunos cuentos que parecen pesadillas, pero nada se acerca a “El Incidente” por el que pasó mi amiga.
Claro, hay escollos clásicos que incluso los maestros más perfectos atraviesan cuando comienzan: hablan demasiado rápido, son demasiado divertidos, son demasiado estrictos, olvidan que cada alumno es un individuo y aplican una técnica de enseñanza única estándar para todos (algo que yo aborrezco), o simplemente ignoran las metas de sus alumnos (otra cosa que no puedo soportar). Todos estos son errores comunes que los maestros cometen cuando son inexpertos o cuando simplemente no se preocupan por su trabajo.
La precisión limita la confusión y maximiza la eficiencia
Cuando yo estudiaba para ser maestra, mi profesor alzó un lápiz rojo, una taza azul y un libro amarillo. Al alzar y mostrar cada uno, dijo sólo su color. Entonces preguntó si eso era una buena enseñanza. La mayoría murmuró que sí, pero algunos de nosotros, los más inteligentes, no pensamos que lo fuera. Si muestras una taza azul y dices la palabra "azul" en una clase de principiantes, los estudiantes probablemente interpretarán que la palabra "azul" quiere decir "taza" y no su color. Siempre me ha parecido que la clave para una enseñanza exitosa es la precisión. Por ejemplo, el maestro debe mostrar un lápiz rojo, un lápiz azul y un lápiz amarillo. Los alumnos entonces identificarían el color, porque esa sería la única característica distintiva. La comunicación precisa limita la confusión y maximiza la eficiencia.
Pero todos los ejemplos anteriores son pequeños contratiempos en comparación con “El Incidente”. El Incidente fue más bien como la muerte instantánea de la clase.
Mi amiga estaba enseñando los condicionales. Preguntó: "Si pudieras tener cualquier cosa, ¿qué querrías tener?" La clase tenía alumnos de todo el mundo, y se les ocurrió la lista habitual de deseos: un millón de dólares, un auto rápido, etc. Sin embargo, nada podría haber preparado a mi amiga para la respuesta del estudiante kurdo: "Si pudiera tener una cosa, querría tener fronteras".
Turquía se niega a darle la independencia a su población kurda, y, sentado al otro lado del aula, había un alumno turco. Sintiéndose provocado, se puso a despotricar sobre política. Para empeorar las cosas, la alumna francesa de la clase no era realmente francesa por nacimiento. Era turca, pero su familia había pedido asilo en Francia porque afirmaban que su padre comunista había sido torturado por el gobierno turco. Ni hace falta decir que se alió con el alumno kurdo. De inmediato se armó el caos, se lanzaron puñetazos, y la clase se detuvo.
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